lunes, 5 de mayo de 2008

Semilla de libertad

Hace no mucho tiempo tuve ocasión de escribir sobre personas como Tomás, Esperanza, Pilar o Carmen. Lo hice con motivo del debate en las Cortes de la que es conocida como Ley de memoria histórica, un instrumento concebido para la legítima y justa restitución y reparación del honor y de la dignidad de los españoles y españolas represaliados, perseguidos y asesinados durante la guerra civil española y la posterior dictadura franquista.

Sus nombres son ejemplo de que no es posible construir un futuro basado en el olvido o el silencio oficial que impuso la dictadura, porque en ambos bandos de la contienda, hubo barbarie y crueldad, pero mientras unos fueron enterrados con honores fúnebres, ellos, durante muchos años, acudieron a depositar flores en anónimas fosas, macabros descampados y tapias a lo largo y ancho de toda Navarra. Otros ni siquiera pudieron encontrar los restos de los suyos. Sus anónimas vidas son muestra de dolor silenciado y de sacrificio injusto, pero su ejemplo y actitud hace que en la historia no haya huecos ni vacíos, porque la memoria de los errores y de los horrores personales y colectivos se conservó en familias como las suyas, pero se conservó para servir de semilla de reconciliación, y su generosidad en la transición ayudó a construir la democracia que hoy disfrutamos.

Es verdad que han esperado mucho tiempo. La mayoría no tuvo otro remedio que acallar su pesadumbre durante un régimen que quiso condenarles a la vergüenza y al estigma, a la represión y destrucción de cualquier elemento que recordara que España había sido una vez libre y que en un futuro podría serlo. Y esperaron forzosamente cuarenta años. Con la llegada de la democracia se les dijo que era demasiado pronto y ellos pacientemente esperaron por el bien de la reconciliación, pero nunca olvidaron. Pasados treinta años más han sentido que ya nadie tiene derecho a decirles que es demasiado tarde, ya nadie tiene derecho a decirles en pleno siglo XXI que las iniciativas y medidas para recuperar la memoria histórica son inoportunas y abren heridas. Porque la realidad es que con cada homenaje, con cada acto son las suyas las heridas que se abren, pero para ser cicatrizadas con el aire de la verdad y ser sanadas con justicia.

Como lo hicieron en el Pleno del Parlamento del año 2003, el próximo día 10 de mayo acudirán a Sartaguda para participar orgullosos y emocionados en la inauguración del Parque de la Memoria junto a miles de ciudadanos que les acompañaremos para arroparles y honrar, homenajear y recordar a sus seres queridos, personas que una vez acariciaron, quisieron y abrazaron. Pero los más de tres mil nombres que recuerda el Parque de la Memoria no solo pertenecen a sus familias: también son patrimonio de toda la ciudadanía navarra. Ellos defendieron con sus vidas la legalidad, la libertad, la igualdad, el progreso de sus pueblos y conciudadanos y la justicia social. Sus nombres forman parte de la historia más ejemplar de nuestra comunidad, de la pasada, presente y futura y son semilla libertad, esa que ahora disfrutamos y vivimos.

Cada día que hemos vivido y convivido en libertad, cada día que hemos vivido en democracia ha sido un día de condena de la guerra y la dictadura y de homenaje a sus víctimas y la semilla que ellos sembraron ha servido para que los españoles de hoy, si pudiéramos volver al pasado, no sería para cambiar el nombre de los vencedores ni de los vencidos: si pudiéramos volver sería para impedir aquellos horribles hechos.
(Publicado en Diario de Noticias)

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