martes, 3 de junio de 2008

Iglesia y política

Transcribo algunos párrafos de un artículo del filósofo Rafael Fernando Navarro que con el título ¿Rouco cristiano? publica hoy en elplural.com. El artículo da algunas pinceladas sobre la actitud de la jerarquía de la Iglesia católica en los últimos tiempos políticos, y cuestiona si son cristianas determinadas actuaciones.

"(...) Afirmar que la educación para la ciudadanía no es constitucional, que en España no se respetan algunos derechos fundamentales porque no son coincidentes con las exigencias de una jerarquía anclada en el sexo, rebelarse contra la investigación científica, contra los derechos de la mujer sobre su propio ser, no es pensar ni hablar desde el cristianismo evangélico.

Condenar la homosexualidad, gritar que la Iglesia está perseguida, convertir en inmoral toda decisión que no cuadre con una visión estática de la historia, anatematizar una visión política enfrentándola a unos dogmas, erigirse en maestro de la verdad única sin respetar el esfuerzo de los pueblos por construir su propio destino, es seguir tomando el nombre de Dios en vano desde la atalaya de un complejo de superioridad incompatible con la madurez humana.

El cristianismo no es el resultado de un entramado de normas canónicas. Es más bien un proyecto abierto al hombre y para el hombre en el que está implicado Jesús de Nazaret. Lo humano es siempre el misterio, lo inacabado, lo inabarcable. Sobre el vértigo de la libertad, el hombre se construye a sí mismo y a sí mismo se concibe como la sorpresa infinita que eclosiona en la muerte.

(...) La Jerarquía de la Iglesia se ha instalado en el temor, el miedo, el catastrofismo. Vive siempre a la defensiva. Todo lo que no puede ser dominado desde su autoridad mitrada es condenable. Ignora que la construcción del mundo exige desbrozar el presente, con el gozo íntimo del buscador, para lograr un mañana más justo, más humano y humanizante.

¿España descristianizada? Tal vez España madura, responsable de sus decisiones, donde también el cristiano debe arrimar el hombro, pero sin privilegios, sin tutelas de conciencia, a la intemperie. Dios, como el hombre, es siempre una pregunta. Nunca la tranquilidad de una respuesta".

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